Cuando
toleramos la frustración entendemos que las cosas no suceden como
esperamos, pero que no por eso nos vamos
a rendir, no por eso lo dejaremos de intentar.
Por
lo general tendemos a exagerar lo que nos ocurre, sentimos que no podemos,
y si bien no podemos evitar sentirnos frustradas, si podemos controlarnos
especialmente cuando pensamos a mediano o largo plazo y no en la satisfacción
inmediata. Sólo es cuestión de esperar a que pase el malestar y enfocarnos en
buscar soluciones.
La
tolerancia a la frustración se enseña desde la infancia, desde el momento en
que nuestros padres cumplen con todos nuestros caprichos, al punto que creemos
que así lo deberían hacer todos o que comenzaremos a ver resultados desde el primer momento.
Pero
tampoco hay que confundir tolerancia a la frustración con la resignación a sufrir, es solo un momento que hay que aguantar, aprender y luego
continuar.
Si no toleramos la frustración, no aprenderemos de nuestros errores, y por lo tanto, es más probable que fracasemos en diferentes proyectos. Sin embargo, la vida nos enseña a tolerar la frustración en muchos casos, cuando sabemos que no nos queda más que continuar.
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