¿Envidiosa, yo? Se preguntan muchas, de las cuales sólo un porcentaje le cuesta controlar que está al pendiente de los dimes y diretes para compararse con otras o desear ser como ellas, lo que en la mayoría de los casos termina generando odio, frustración, rabia por triunfos, o satisfacción cuando les va mal.
Muchas
suelen envidiar hasta a celebridades que ni conocen pero que han llegado a
formar parte de su vida al verlas en la televisión todo el tiempo; incluso
sobrevaloran a los demás.
En
gran parte, tener envidia de vez en cuando no es algo malo o anormal, sino una
simple señal de que somos competitivas con una buena dosis de inseguridad. Sin
embargo, son más los casos en los que las personas no se superan por tener
envidia, sino que sólo prefieren criticar o imitarlos con resultados poco
satisfactorios puesto que no se preocupan en desarrollarse, sino simplemente en
compararse. Cosas que vienen arraigadas desde la infancia, cuando en más de una
ocasión nuestros padres nos comparaban con otros niños o cuando a ellos les
daban lo que a nosotras no, generando resentimiento.
Entonces
tenemos las dos opciones, centrarnos en desarrollar nuestras habilidades si
queremos mejorar y por lo tanto destacar, o “acabar” a la competencia con
chismes y de esa manera destacar.
Es mejor que las personas por las que sentimos
envidia nos llenen de inspiración y podamos tener objetivos que perseguir,
creyendo en tí misma, viviendo tu vida y dejando vivir, entendiendo lo que cuesta
conseguir las cosas, y aunque parezca que unas lo tienen más fácil que otras no
es así en todos los ámbitos, todos tenemos que luchar por lo que queremos
sabiamente y competir con nosotras mismas, no con las demás. Funcionaría mejor
si aprendemos de ellas en vez de solo imitarlas, incluso si es posible colaborar con ellas y ayudarse mutuamente.
Finalmente,
la “envidia de la buena” debería ser la envidia que superamos, es querer lo que
otros tienen pero sin estar “fregando”, sino que nos sirva para replantearnos
lo que hemos logrado y pasar a centrarnos en nosotros y no en los demás, puesto
que querer lo que tienen los demás suele ser superficial y necesitamos
descubrir más nuestras motivaciones internas, donde están las claves para
triunfar.
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